El precio de la vivienda ya se sitúa en valores similares a los previos al estallido de la burbuja y hace revivir los fantasmas de hace dos décadas. ¿Hay realmente riesgos para el mercado?
Si bien hay elementos que apuntan a una inflación inmobiliaria, actualmente, existen contrapesos que no se daban en el ‘boom’.
En el verano de 2008, el paisaje urbano español estaba salpicado de obras. Las grúas en el horizonte anunciaban el nacimiento de una nueva promoción inmobiliaria. Los bancos competían por ofrecer créditos baratos. No importaba el importe, incluso por encima del 100% del valor de tasación, ni el periodo de tiempo a financiar, 40 años o más.
Eran tiempos dorados para unos ciudadanos eufóricos, que pensaban que podían endeudarse hasta el infinito porque ‘el ladrillo nunca baja’. Y entonces, el 15 de septiembre, llegó el desastre de Lehman Brothers y, con él, el mercado inmobiliario se derrumbó.
Los bancos cortaron el grifo del dinero y el castillo de naipes construido sobre hipotecas se desmoronó. El precio de la vivienda se desplomó en torno a un 40 % en algunas zonas, y cientos de miles de familias quedaron atrapadas en hipotecas imposibles de pagar.
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Hoy, casi 20 años después, la vivienda vuelve a copar titulares. Su precio ya supera, en algunas regiones, los máximos alcanzados antes de la crisis. Un mercado que vuelve a estar al rojo vivo. Por tanto, resulta inevitable preguntarse: ¿Estamos ante una nueva burbuja?
Si se define ‘burbuja’ como un ciclo impulsado por crédito fácil, expectativas de revalorización indiscriminada y exceso de oferta que termina en caída dramática, las condiciones actuales, diferentes a las de hace dos décadas, llevan a los expertos consultados a la conclusión de que ‘no hay burbuja’.
Y es que, si bien hay elementos de sobrecalentamiento, especialmente en determinadas zonas, también existen contrapesos, como un mayor ahorro, demandantes reales y una banca mucho más estricta en la concesión de crédito.
Los profesionales consultados consideran que si se compara la situación actual con la de 2007, hay claras diferencias. Así, mientras que en los primeros años del 2000 la tensión del mercado estuvo alimentada por expectativas de revalorización continuada y crédito fácil, hoy, el repunte llega después de una década larga de correcciones, y se apoya en una recuperación de la demanda, restricciones de oferta y cambios demográficos.
Actualmente, aunque la intensidad de compraventas es alta, buena parte corresponde a vivienda usada y a compras por motivos de necesidad y no especulativos. Según un experto, ‘no estamos ante una nueva ‘burbuja’, sino que el calentamiento del mercado inmobiliario responde a un desajuste entre la oferta y la demanda’.
FUENTE: LA RAZON